Conocer la tierra de sus abuelos era un antigua ilusión que compartíamos con mi madre… anhelo que este verano hicimos realidad.
Aunque ella ya había estado en Italia en una ocasión anterior, al estar condicionada por un tour programado, no tuvo la posibilidad de acercarse al pueblecito del que era oriunda su abuela Regina: por aquel entonces, Venegono Superiore era la única población que conocía “de oídas” en relación a sus ancestros, gracias al contacto que había promovido con una prima que vivía en Milán, a la que solo conoció por carta y con la que había perdido todo contacto.
A pesar del tiempo que llevábamos buscándole, seguíamos sin saber cuál era la comuna de origen de Vincenzo, así es que en esta oportunidad, todo indicaba que el único enclave ancestral que podríamos visitar sería Venegono. Sin embargo, el destino, la casualidad o la causalidad, ¡quién sabe!… acabó presentándonos una grata sorpresa.
La Clave
Poco antes de partir, un señor de Villa Ocampo nos envía por iniciativa propia, las partidas escaneadas de los hijos de mi bisabuelo Vincenzo. Lo cierto es que hasta ese momento, había conseguido obtener la partida original de uno de sus hijos (mi abuelo) y las transcripciones parciales de los nacimientos de sus cuatro hermanos, pero como los datos que en teoría arrojaban estas transcripciones no precisaban la comuna de origen de sus padres, ya no insistí más a la parroquia y di por válida esa información.
La cuestión es que al cotejar uno de estos originales detenidamente, veo que Vincenzo y Regina ya no declaraban ser "de Italia" o "de Milán" como en el resto, sino que esta vez, precisaron sus respectivas comunas de origen: Arcisate y Venegono.
Por fin y cuando menos lo esperaba, mi escurridizo ancestro se había manifestado... ¡el corazón me dio un vuelco! Esto suponía un paso de gigante, porque ya no tendría que seguir peregrinando con las solicitudes de búsqueda por todas las parroquias de la zona, aunque se planteaba un nuevo reto, porque confirmaba que la certificación que obtuve hace dos años (aquella que acabé aparcando por no poder justificar la razón por la que la madre que allí aparecía era “Giovanna De Vecchi” en lugar de “Giovanna Cappellazzi”)… ¡era la que había estado buscando durante tanto tiempo!
Arcisate
Con la certeza que nos daba esta partida, nos acercamos a la "Parrocchia S. Vittore", donde el actual párroco Don Giampietro -con la inestimable ayuda de la minuciosa Angela-, nos atendieron muy amablemente, permitiéndonos consultar sus libros e incluso implicándose activamente en nuestra búsqueda. Allí pudimos ver y fotografiar el registro de nacimiento de mi bisabuelo Vincenzo, en donde efectivamente figuraba que era hijo de Paolo Comolli y Giovanna DE VECCHI.
Gracias al registro de su matrimonio matrimonio descubrimos más datos que hasta el momento desconocíamos: la fecha de nacimiento de mi tatarabuelo Paolo (en 1818), el nombre y origen de sus padres (Battista Comolli de Arcisate y Teresa Caverzasi, de Ligurno, actual "frazione" de Cantello), la existencia de una hermana menor que contrajo matrimonio el mismo día (Anna Maria Comolli con Giuseppe Calcagni), el nombre de los padrinos que declararon en ambas bodas (también Comolli, aunque todavía no he podido interrelacionarlos entre sí)... pero nada que nos ayudase a comprender si Giovanna De Vecchi y Giovanna Cappellazzi eran la misma persona, exceptuando una escueta línea que rezaba “figlia dell'Ospedale Maggiore di Milano”, en el campo en donde debían figurar los nombres de sus progenitores.
Este nuevo dato -que seguramente esconde la respuesta sobre su origen y filiación-, se repetía en su partida de matrimonio y muerte: ¡cuántas historias presumiblemente tristes, buscando ser desveladas!
Esa noche salimos de la parroquia con sentimientos encontrados: por un lado, el creciente entusiasmo y la incontenible alegría por los nuevos hallazgos que -aunque suponían un nuevo reto- nos planteaban un sinfín de interrogantes... y por el otro, una profunda tristeza, por las circunstancias que desde pequeño Vincenzo tuvo que superar.
Estos documentos “nos contaron” que poco antes de cumplir los dos años, mi bisabuelo perdió a su padre (Paolo falleció a causa de una "enterite lenta", a la edad de 40 años) y que lamentablemente, esta no sería la única pérdida a la que Vincenzo se enfrentaría en su niñez, porque antes de cumplir los catorce, su madre contrajo viruela y también falleció, a la edad de 54 años. Lo que más nos conmovió de estos hechos, fue imaginarnos la situación que describe el acta, bajo la atenta mirada de un hijo adolescente: “después de recibir todos los sacramentos, fue sepultada por la noche, a causa de los estragos que esta enfermedad le causaron en la piel.”
Volviendo al escenario, he de decir que Arcisate es un pueblecito encantador, enclavado en un entorno pintoresco y acogedor. Con esta sensación -después de recorrer sus estrechas calles y visitar la Parrocchia Di S. Vittore-, nos acercamos al cementerio de la Comuna con el propósito manifiesto de identificar a todos los Comolli que allí reposaban... y la secreta expectativa de poder reconocer a todos "los nuestros".
Si bien entonces me llamó la atención que las lápidas que habían, no tenían la antigüedad que imaginaba, recién cuando volví a casa pude conocer la razón: el primer enterramiento del actual cementerio data de 1886. Con anterioridad a esa fecha (de 1810 a 1886, período en el que fueron inhumados Paolo y Giovanna), sepultaban a los fallecidos en el exterior de la Chiesa di San Francesco da Paola (más conocida como “Il Lazzaretto”, porque esa zona se convirtió en un refugio para las víctimas de la peste). Previo a éste (de 1786 a 1810), los fallecidos de Arcisate… ¡descansan bajo el pavimento de esa misma iglesia!
Milán
Después de nuestro paseo por Arcisate, el siguiente "destino genealógico" de visita obligada nos conducía a Milán, ya que teníamos concertada una cita a las 9 de la mañana, en el Archivio Storico Diocesano.
Allí nos esperaba una carpeta voluminosa, con los todos los nacimientos de Arcisate acaecidos entre 1843 y 1941. El cometido pasaba por revisar uno a uno estos apuntes, con el fin de descartar la existencia de otro Vincenzo Comolli y también para completar la composición de su familia inmediata:
Condicionados por el horario (¡en las tres horas con las que contábamos!), solo nos dio tiempo a consultar los registros que iban desde 1843 a 1870 y gracias a este libro, pude saber que mi bisabuelo tuvo al menos 6 hermanos (además de ponerles nombres y fechas de nacimiento a sus 8 primos Calcagni). Coincide que durante este período de casi treinta años, los únicos Comolli del pueblo bautizados como "Vincenzo", fueron mi bisabuelo, en 1857 y un hermano mayor, en 1846, por lo que suponía un signo inequívoco de que seguía estando ante “el mío”. Teniendo en cuenta que en 1859, Arcisate contaba con una población de 1318 habitantes, resulta significativo que en el año anterior, 45 de los nacimientos registrados en esta localidad... ¡llevaban nuestro mismo apellido! Y llamativo también resulta que actualmente en la guía telefónica, solo perduren 222 Comolli en toda Italia.
Sobre las 12:15 sonó el timbre que anunciaba el cierre, por lo que había que devolver el material, así es que me acerqué al Sr Franco Bufalini (así se llamaba el señor del mostrador que era amabilísimo), para comentarle que mi tatarabuela fue una "bambina esposta" nacida en 1816 e interesándome por los registros de los nacimientos del Ospedale Maggiore di Milano de aquella época. Fue entonces cuando me derivó a monseñor Don Bruno Bosatra, responsable del Archivo, que estaba sentado en la última mesa del final, detrás de un ordenador rodeado de una pila de documentos y al que reconocí de inmediato, gracias a la foto que tantas veces visualicé en la web de la Diócesis.
Me acerqué para explicarle el caso y me informó que los "registri degli esposti" que ellos tenían, arrancaban en 1866. Ante mi insistencia sobre la necesidad de localizar documentos anteriores a esa fecha, se levantó y se puso a buscar en unas estanterías que había detrás de la mampara que tenía a sus espaldas. Poco después, volvió con una especie de agenda personal, señalando un dato que apresuradamente alcancé a leer y transcribir (“Dott. Pandini, Viale Piceno 60 – Archivio Provincia di Milano”), mientras me decía que posiblemente allí encuentre algo.
Antes de dirigirnos hacia ese lugar, era preciso acercarnos a la Curia, para legalizar el certificado de bautismo de Vincenzo y el de matrimonio de sus padres, que la parroquia de Arcisate nos había facilitado el día anterior. Después de traspasar la puerta de este antiguo palacio de finales del siglo XV situado a las espaldas del Duomo, percibimos que no registraba mucha actividad en su interior, presumiendo que era una situación totalmente lógica para un viernes primero de julio por la tarde. Nuestras reservas se confirmaron cuando el encargado de la entrada nos informó que debíamos volver el lunes por la mañana... aunque después de explicarle que nos resultaba materialmente imposible regresar -porque para entonces estaríamos en el vuelo que nos llevaría de vuelta a casa-, nos sugirió que pasemos a la secretaría, para exponer el caso. Por fortuna, encontramos a una persona muy diligente a la que pudimos entregar los originales, que se comprometió a enviárnoslos por correo una vez firmados por el Canciller (el coste de las 2 certificaciones, 15 euros + 5 euros de gastos de envío: una semana después, recibí toda la documentación en casa).
Dejamos el edificio de la Curia y emprendimos la marcha hacia la sede del Archivo de la Provincia, pensando que no estaría muy distante, así es que siguiendo las indicaciones que nos iban dando para llegar al Viale Piceno, acabamos recorriendo algo más de 3 km a pie, bajo un sol de justicia.
Finalmente llegamos a la dirección que habíamos obtenido por la mañana, en donde se alzaba un majestuoso edificio del que pronto conoceríamos su pasado singular: inaugurado en 1912, originariamente funcionó como centro de acogida (no orfanato necesariamente) y en la actualidad - además de albergar la sede de la administración provincial -, guarda y custodia en su subsuelo un precioso tesoro.
Ya en su interior (¡una vez más!) pudimos constatar la amabilidad e implicación de las personas que nos atendieron. En primer lugar la señora de la recepción, que después de explicarle el periplo del día y el motivo de la visita, se excusó diciendo que un viernes por la tarde, en pleno verano, le resultaría dificultoso localizar a alguien que pudiese facilitarnos información. Acto seguido, comenzó a realizar llamadas por el teléfono interno (¡y hasta de su teléfono personal!), hasta que bajó otra persona que le indicó que la responsable del Archivo seguía allí, por lo que muy entusiasmada, nos pidió que la sigamos para guiarnos hasta su despacho.
Traspasar aquella puerta, supuso adentrarnos en otro mundo. Gracias a las minuciosas explicaciones de su responsable, pudimos saber que allí se conservan los documentos producidos por las instituciones que brindaban asistencia a los niños abandonados o necesitados, a partir del 1400. Esos registros incluyen las prácticas, los pagos, las tarjetas de custodia y los signos de reconocimiento, ligados a este proceso “de exposición”, que en muchas ocasiones –especialmente cuando los niños eran legítimos-, no representaba una práctica cruel sino una necesidad social, ya que les procuraba sustento y protección, según explicó la propia Flores Reggiani, toda una experta en la materia, responsable del Archivo y co-autora del libro “Si consegna questo figlio” - L’assistenza all’infanzia e alla maternità dalla Ca’ Granda alla Provincia di Milano, 1456-1920.
No puedo precisar el tiempo que gracias al detalle de sus explicaciones, permanecimos subyugados por el relato de aquella cruda realidad. De hecho es un tema que al margen de mis búsquedas concretas, desde entonces no he dejado de profundizar. En el caso particular de mi tatarabuela Giovanna (con el compromiso de formalizar la solicitud según el procedimiento establecido), acordamos que de vuelta a casa, enviaríamos la petición para su búsqueda formal (para ampliar información sobre el patrimonio del archivo y obtener los datos de contacto, acceder aquí )
Venegono Superiore
El día siguiente era sábado y habíamos previsto acercamos a Venegono Superiore: la Chiesa di San Giorgio Martire sería nuestro primer destino, en donde 148 años atrás, había sido bautizada mi bisabuela Regina Malnati. Ver a mi madre allí tan emocionada y agradecida, evocándoles... ¡me resultaba mágico!
Como mágico resulta poder traspasar la frontera entre lo virtual y lo real: este es el pensamiento que me invadió cuando apostados en la puerta del Cementerio, esperábamos la llegada de un reconocido historiar local de Venegono Inferiore, con el que a raíz de las búsquedas genealógicas, había contactado previamente por email y al que había llamado por teléfono al salir de la Parroquia, para participarle sobre "el plan" del día.
Coincide que mi tatarabuela Maria Broggi y mi bisabuela Regina Malnati (que aunque inicialmente estaba previsto que fuesen consuegras, acabaron emparentándose gracias al matrimonio de la nieta de la primera con el hijo de la segunda), eran oriundas de la misma zona: Maria, de Venegono Inferiore y Regina, de Venegono Superiore (ambos pueblecitos están separados por apenas dos kilómetros). Un siglo después me encontraba allí, con todo lo que había soñado al alcance de mi mano y lo que no tenía... ¡era tiempo para poder aprovecharlo! Ese era el pensamiento que me invadía cuando de repente aparcó un coche y su conductor descendió, acercándose hasta nosotros. Era Alessandro Limido -reconocido historiador local- que después de lamentar el hecho de que no dispusiésemos de más tiempo para poder enseñarnos Venegono Inferiore en profundidad, nos obsequió con una charla amena sobre la realidad de entonces, un interesantísimo libro de su autoría y una fotocopia del registro de nacimiento de mi tatarabuela Marieta, nacida el 1 de Octubre de 1862. Coincide que gracias a él, tuve visibilidad de esta rama hasta la sexta generación que precedió a Marieta (concretamente, Gio Paolo Broggi, mi 10º abuelo, nacido el 14-06-1653 y casado el 18-01-1680 con Maria Limido... ¿tendremos alguna conexión ancestral?).
Lamentablemente el tiempo apremiaba y a nuestras espaldas teníamos el camposanto dispuesto a mostrarnos las historias que estuviesen dispuestas a salir a luz, por lo que después de despedirnos y bajo un sol abrasador, decidimos que era el momento de traspasar aquella puerta, para inmortalizarles.
Para los que estamos entregados en cuerpo y alma al tema de las búsquedas de los que nos precedieron, la posibilidad de acceder a la información que nos brindan los cementerios, es un tesoro inapreciable. Oportunidad que no estaba dispuesta a disfrutar egoístamente, así es que con esta motivación, un profundo respeto hacia el escenario que me acogía, la infinita paciencia de los que me acompañaron y la obligada contribución de mi inseparable cámara, las siguientes tres horas pasaron volando, abocada de lleno a registrar los acontecimientos vitales de aquellos venegonesi que allí se manifestaron.
A nivel particular, en aquel momento y gracias a este ejercicio, pudimos cerrar tres historias. La primera, la de Giuseppina Censi, aquella prima de mi madre que vivía en Milán, a la que solo conoció por carta y con la que había perdido todo contacto: sabíamos que veraneaba en Abbadia Lariana (LC) y de hecho en este viaje, nos habíamos acercado hasta la dirección que aparecía en el remitente de su última carta, intentando localizarla sin éxito. Lamentablemente, acabamos encontrándola en el cementerio (junto a su marido Armando Ferri) y con ello, la respuesta del motivo de ese silencio que hasta entonces, tanto nos inquietaba.
La segunda historia, la de Enrichetta Malnati, prima hermana de mi abuelo Julio, nacida en Venegono. Aunque ella estaba radicada en Villa Ocampo, al cumplir los 70 años decide visitar su pueblo natal y a sus afectos, en lo que iba a ser un viaje de ida y vuelta. Por esas caprichosas jugarretas del destino, allí le sorprendió la muerte y ya no pudo abrazar a los que le esperaban al otro lado del océano. Quizá por esta razón, cuando encontré su lápida, no pude evitar sentir un indescriptible sentimiento de paz y satisfacción, por tener la oportunidad de ser el vehículo de reencuentro con sus descendientes... 36 años después.
La tercera historia, la de Angelo Malnati: tenía 12 años cuando en 1884 y después de una larga travesía, desembarcó del Umberto I junto a su hermana Regina, mi bisabuela. Juntos emigraron, juntos pisaron por primera vez suelo argentino y un mes y medio después (cuando Regina contrajo matrimonio en Las Toscas con Vincenzo), juntos se trasladaron a la casa de mi bisabuelo en Villa Ocampo. Allí convivieron hasta que en algún momento y probablemente motivado por el fallecimiento de su madre, Angelo decide volver a Italia (entre 1887 y 1894), donde contrae matrimonio a los 24 años, con Angela Cattaneo. Después de este acontecimiento, una gran laguna hasta que encuentro su huella en el cementerio: Angelo falleció en 1844 a la edad de 72 años, dos años después que mi bisabuela Regina.
Gracias a estas fotografías, confiaba en retomar el resto de las historias en casa, por lo que dejando atrás el cementerio, nos abocamos al siguiente objetivo. Por fin, había llegado el momento de cumplir con ese mandato interior que me empujaba a materializar una emoción que llevaba tiempo rondando en mis entrañas: la de atesorar la tierra que ellos habían abandonado.
La Voz de la Sangre
Dejamos atrás Venegono Superiore y después de visitar otros enclaves cercanos presentes en nuestro árbol genealógico (Venegono Inferiore, Tradate, Castiglione Olona, Vedano Olona) nos acercamos nuevamente a Arcisate para repetir el ceremonial de la tierra (esta vez con la de mi bisabuelo) e intentar localizar a otro contacto virtual que había conocido gracias a este tema de las búsquedas, cuando hace un par de años se había implicado en la localización de los míos e incluso me había enviado el interesantísimo libro con la historia del pueblo, que compartí en un escrito anterior.
Y otra vez experimenté la magia de traspasar esa barrera entre lo virtual y lo real, cuando al localizarlo casi por casualidad y salir al encuentro de mi madre que nos esperaba calle abajo en el coche, ambos Comolli se fundieron en un sentido abrazo, como dejándose llevar por un extraño dictado de sus genes. Lo cierto es que más allá de la mirada de mi madre -¡que no cesaba de encontrarle un parecido con su padre!-, hasta la fecha no hemos establecido ninguna vinculación documental entre nuestras familias, sin embargo -según enfatizó Alessandro-, aunque ella hubiese nacido a más de 10.000 km y en la otra parte del mundo, por encima de todo... ¡era una Comolli, hija de Arcisate!
Este día plagado de impresiones, fue el penúltimo de nuestra estadía en Italia. Por entonces ya experimentábamos esa agridulce sensación de la cuenta atrás y las emociones -que iban in crescendo-, se contraponían al tiempo que nos restaba, como si de una relación inversamente proporcional se tratase.
Para el día siguiente, habíamos preparado otra gran sorpresa para mi mamá. Sin revelar el rumbo, emprendimos viaje por la mañana hacia el norte, pasando por Valganna (otro enclave donde se establecieron varios Comolli procedentes de Arcisate), Marchirolo y Lavena, cruzando la frontera suiza hasta llegar a Lugano. De vuelta, una breve parada para comer en Luino (VA), lugar en el que en 1848, Giuseppe Garibaldi desembarcó para comandar una sublevación contra los austríacos y en donde visitamos el primer monumento italiano dedicado a su figura, erigido en 1867, cuando el héroe aún vivía. Reemprendimos el camino bordeando el Lago Maggiore hasta Laveno para tomar el ferry hacia Verbania (PI), pero una vez allí (condicionados por el horario del transporte marítimo, nos vimos obligados a renunciar al maravilloso espectáculo que ofrece el arribo por barco a nuestro siguiente "objetivo secreto", por lo que decidimos continuar por carretera hasta Leggiuno, cuando por fin divisamos el cartel que anunciaba nuestra llegada a destino: unos metros más adelante, nos esperaba "L'eremo di S. Caterina del Sasso".
No tengo palabras para describir las maravillas que esconde este enclave privilegiado. El resultado es una perfecta armonía en donde comulgan varios factores que individualmente pueden suscitar interés, pero que en su conjunto, impresionan más si cabe: un bellísimo entorno, una arquitectura que se antoja impensable para el siglo XII, un riquísimo tesoro pictórico y la apasionante historia capturada a través de los siglos por todos y cada uno de los elementos que la conforman.
Y como si estos atractivos no fuesen suficientes -en nuestro caso- había un elemento coyuntural añadido: el prior de la ermita era un monje benedictino nacido en Valganna (tataranieto de otro Comolli de Arcisate que a principios del siglo XIX se trasladó a la "frazione di Ganna"), con el que dos años atrás había intercambiado emails, a raíz de nuestra pasión común por la genealogía.
Cabe señalar que mi mamá es una persona con profundas convicciones religiosas, por lo que nuestro peregrinaje a esta ermita que tanto invitaba a la introspección, no le hizo sospechar ni por un momento la sorpresa que gracias a la complicidad del P. Roberto Comolli estaba a punto de experimentar, cuando ensimismada en sus pensamientos y absorta por la panorámica que contemplaba del lago Maggiore, éste se acerca y le pregunta si estaba ante la última Comolli de su cepo, proveniente de Argentina.
Superada la sorpresa inicial y después de una afectuosa presentación, nos invitó a seguir sus pasos sirviéndonos del ascensor recientemente inaugurado, para salvar los 51 metros de desnivel que discurren por las entrañas de esta formación rocosa. Un guía excepcional con el que gracias a sus relatos, no solo pudimos conocer la historia del monasterio y recrearnos detalladamente en los tesoros que contiene, también compartir una deliciosa merienda familiar con el que -a pesar de proceder de una prolífica familia-, verdaderamente resultaba ser el último Comolli de su cepo. Y como era de esperar, los invitados de excepción en nuestra amena charla, pasaron a ser aquellos ancestros Comolli que a principios del siglo XIX se trasladaron a Valganna: ¡encomiable su concienzudo trabajo de investigación familiar que se remonta al siglo XII!
Y un hermoso detalle en la despedida cuando -después de entregarnos unos obsequios-, abrazó a mi madre y como si de una analogía de su escudo se tratase, le auguró para el resto del camino "¡como buena Comolli!, toda la luz de las estrellas y la fuerza de la tierra". Hago hincapié en la analogía del escudo, porque estos elementos están allí presentes y en el caso de las estrellas blancas -en el campo de la heráldica- simbolizan la aspiración por las cosas superiores, las acciones sublimes, el luminoso porvenir que se desea para la descendencia. Y una lectura muy particular: la estrella blanca de cinco puntas, conocida como "Stella d’Italia" o "Stellone", gracias a la mitología greco-romana (cuando en la caída de Troya, Eneas vuelve a Italia, la tierra de sus antepasados), representa desde hace muchos siglos...¡la tierra italiana!
Al día siguiente, con todas estas emociones a flor de piel, nuestro particular itinerario de la memoria llegaría a su fin. Cuando por la ventanilla del avión me pareció adivinar una caprichosa silueta con forma de corazón dibujada por el río Ticino a modo de despedida, no pude evitar retraerme a todo lo vivido, sin evocar a los míos:
En nuestra memoria, el dulce sabor del reencuentro con la sangre.
En nuestro equipaje, la tierra que una vez dejaron con la esperanza de un futuro mejor.
Y en nuestra mirada, los visos de un camino que - con el renovado anhelo de un pronto regreso-, seguiremos transitando.
Y en nuestra mirada, los visos de un camino que - con el renovado anhelo de un pronto regreso-, seguiremos transitando.