Sus Retratos, espejos mágicos


Las dos imágenes que atesoro de mis bisabuelos, siempre estuvieron expuestas en casa de mi abuela María en Santa Fe. Desde que tengo memoria, Vicenzo y Regina siempre fueron esos entrañables testigos mudos, que invariablemente nos acompañaban en nuestras tertulias familiares, además de esos invitados de excepción, que inevitablemente aparecían con disimulo en el fondo de algunas de las fotos que registraron eventos familiares importantes.

Recuerdo que la última vez que visité a mi abuela (en 1995), nos sentamos alrededor de la mesa de la cocina para charlar como antaño, pero esta vez, en lugar de recrearse con el pasado como era habitual, decidió compartir su “intención para el futuro” y en concreto, el tema de los recuerdos que quería dejarle a cada uno de sus nietos. A pesar de que con su “declaración de intenciones” empecé a sentirme un poco incómoda, como de costumbre, le escuché con atención.

Comenzó nombrando a mi primo -el mayor de sus tres nietos- al que por cierto crió y por el que lógicamente sentía una debilidad manifiesta: para él había destinado la medalla que el General Obligado le concedió a mi bisabuelo, distinción por la que mi abuela sentía un particular orgullo y admiración. Para el siguiente nieto, había destinado su peculiar aparador de la vajilla -al que me consta que le tenía mucho cariño- pero que para alivio de mi hermano, se extravió. En mi caso, como vivía lejos, había pensado en los dos cuadros que desde pequeña me habían provocado tanta fascinación.

A pesar de lo incómodo del tema, le agradecí de todo corazón que se acordase del cariño que le tenía a esos retratos, hasta que caí en la cuenta que en realidad estaba hablando de los marcos y no de sus imágenes. Recuerdo que mi incomodidad inicial derivó en sorpresa y en pocos segundos abrió la puerta a la decepción. Movida por esta emoción, rechacé los dichosos marcos, argumentando que no era necesario despojar a los retratos de ellos, porque al fin y al cabo, llevármelos suponía un verdadero engorro.

Tres años después mi abuela falleció. La casa se vendió y nunca pregunté por el destino de sus recuerdos y pertenencias. Como mi mamá conocía mi apego por esos retratos, cuando la casa se desmanteló, se puso en contacto con mi primo en Santa Fe para recuperarlos. A raíz de eso, supo que por la intervención de una tercera persona que los consideró valiosos, los cuadros habían acabado en un anticuario y que ya no era posible su recuperación. Disgustada por la suerte que habían corrido, implicó a mi primo para que los buscase en todos los anticuarios de la ciudad, hasta dar con ellos. Finalmente supimos que los marcos se habían vendido y aunque conseguimos recuperar el antiguo retrato al carboncillo de Vincenzo, no sabemos la suerte que corrió la imagen original de Regina, que hasta entonces, siempre le acompañó.

Por fortuna, mi abuela me regaló en vida algo más importante y trascendente: los relatos de sus vivencias en el campo y las historias del pasado. Por esta otra herencia, es por la siempre la recordaré con cariño y le estaré profundamente agradecida, aunque también me gusta pensar que en cierto modo, fue ella quien tendió la mano para poder recuperar al menos uno de los retratos… ¡qué curioso resulta a veces el destino!

No sé si se trata de casualidad o causalidad, pero tampoco puedo evitar sonreír cuando pienso en la anécdota que la copia de una foto del aquel retrato de Regina, protagonizó tiempo después.

A raíz de un comunicado en el foro de genealogía, en el que invitaban a participar con el envío de alguna foto de mujeres italianas inmigrantes, decidí impulsivamente “implicar” a mi bisabuela Regina, enviando su imagen. El proyecto de Susana Colombo (¡otra tenaz buscadora!), siguió su curso y tiempo después, recibo un e.mail, en el que me cuenta que la foto ha sido una de las seleccionadas y que iban a hacer unas tarjetas tipo postal con los datos de Regina en el pie de foto y detrás, un texto tomado de uno de los libros ya publicados: esta edición estaba promovida por la Universidad Nacional del Litoral y estaría presente en el stand de la feria del libro en Santa Fe, para la presentación del nuevo libro: "Homenaje a la Mujer Italiana".

Homenaje a la Mujer Italiana
Homenaje a la Mujer Italiana

Curiosamente, el evento se realizó el 04/11/2009 en la recuperada "Estación Belgrano" (¡quién le hubiese dicho a mi bisabuela que 146 años después volvería a "pisar" aquella emblemática estación!), aunque lo más significativo, fue que el día en el que se presentó el libro y la copia de aquella foto multiplicada pudo ser acariciada por los asistentes, ese día... ¡era el cumpleaños de Regina!

Homenaje a la Mujer Italiana

No sé qué razón subyace detrás de las cosas que a veces nos suceden aunque -como buen designio- estoy convencida que recuperar estas dos imágenes tan entrañables, no fue fruto de un mero capricho juvenil: además de conectarme con los recuerdos más bonitos que conservo de mi abuela (cuando en la adolescencia me contaba "las historias de antes"), sus rostros me siguen acompañando y transmitiendo una indescriptible energía en este infatigable "camino de búsquedas-reencuentros-desencuentros" (confieso que cuando estoy un poco desanimada y no sé qué camino seguir, incluso los miro a los ojos, esperando adivinar alguna respuesta).

Lo cierto es que la historia de estos retratos no termina aquí. Hace tres meses cumplí 50 años y tuve la inmensa fortuna de poder disfrutar de tres regalos muy esperados: la visita de mi mamá (con la que hacía tres años que no nos abrazábamos) y de su mano, el retorno de las dos imágenes de sus abuelos Vincenzo y Regina (trece años después de que mi abuela falleciera).


Actualmente presiden en el salón de casa, el espacio destinado a la evocación familiar. Aunque puede parecer que “físicamente” ambos han emprendido el camino de vuelta al viejo continente -como deshaciendo lo andado-, cada vez que cruzo mi mirada con ellos, la emoción es muy distinta. Y esa emoción me dice que ahora que están aquí, no dejarán de recordarme, animarme y acompañarme en este camino de búsquedas.

Cada vez que les miro, encarno, comprendo y confirmo aquella célebre afirmación de Gail Lumet Buckley:

"Los rostros familiares son espejos mágicos: mirándoles, veremos el pasado, el presente y el futuro"

Quizá esta premisa es el verdadero tesoro que desde pequeña adiviné en sus miradas y que después de tantos años de desencuentros... hoy comienzo a vislumbrar.
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